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El recurso clave para hacer posible la computación cuántica distribuida es el entrelazamiento
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Las tecnologías cuánticas van más allá de los ordenadores cuánticos. Hablamos mucho de ellos porque durante los últimos cinco años han experimentado un desarrollo espectacular, pero hay vida más allá de estas complejísimas máquinas. También se está pergeñando una internet cuántica. De hecho, esta infraestructura de comunicaciones cuánticas a gran escala ya está en marcha. En julio de 2020 el DOE (Departamento de Energía de Estados Unidos) hizo pública su estrategia para propiciar el desarrollo de las tecnologías que son necesarias para desplegar una internet cuántica.
Y de la mano de este anuncio llegó también el compromiso firme de invertir inicialmente 625 millones de dólares en este proyecto. China y Estados Unidos son las dos grandes potencias que están dedicando más recursos al desarrollo de las comunicaciones cuánticas, pero Europa también está contribuyendo a esta disciplina con avances muy significativos. Desplegar una infraestructura de comunicaciones cuánticas con cobertura mundial y un alcance equiparable al de la red internet que utilizamos actualmente nos permitirá transferir grandes volúmenes de información de una manera esencialmente instantánea.

Además, la transmisión de los datos se llevará a cabo de una forma inherentemente segura debido a que el entrelazamiento entre los nodos involucrados en la comunicación se rompe si esta se ve vulnerada de alguna forma. Incluso si, sencillamente, alguien la observa. Ambas promesas suenan muy bien, pero lo más prudente es que moderemos nuestro probable entusiasmo inicial debido a una razón de peso: la internet cuántica no está destinada a reemplazar a la internet que utilizamos actualmente.
Cuando llegue, y tenemos razones fundadas para prever que llegará, convivirá con la internet con la que todos estamos familiarizados de igual forma que los ordenadores cuánticos están llamados a convivir en perfecta armonía con los superordenadores clásicos. Esta reflexión nos invita a preguntarnos en qué aplicaciones tiene sentido recurrir a una concepción cuántica de internet, y la respuesta emerge por sí sola de las dos propiedades de esta red en las que acabamos de indagar: su capacidad de transferir grandes volúmenes de datos de forma instantánea y la invulnerabilidad inherente de las comunicaciones cuánticas.